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viernes, 26 de agosto de 2011

Las redes sociales hacen al pueblo chico un infierno más grande


Dos sucesos insulsos, amplificados exponencialmente por la existencia de las redes sociales, mandan señales ominosas de un futuro en el que se puede imponer por decreto un falso puritanismo por el peso de las masas anónimas, tan afectas a tener un pensamiento único.

Primero, un comentarista menor de radio hizo un muy desafortunado llamado a su auditorio para atropellar a los usuarios de bicicletas en la Ciudad de México, ya que se encontraba algo irritado por algunos incidentes que tuvo en días previos.

Segundo, al principio en redes sociales y después en los medios masivos de comunicación, se difundió una grabación de dos mujeres insultando y agrediendo a un grupo de oficiales de policía.  Independientemente que las imágenes son fuertes, el mayor impacto viene de que los insultos fueron increíblemente racistas y clasistas, en momentos en los que se vive profunda polarización social en México.

En ambos casos, la reacción fue rápida, intensa, muy agresiva y en mi opinión fuera de lugar. Ambos eventos se hicieron trending topics de Twitter, el video de marras se convirtió en uno de los más vistos en youtube y ocuparon amplio espacios en la “prensa seria”.

Sobra decir que los comentarios se convirtieron en un linchamiento cibernético de los implicados en los penosos incidentes, donde paradójicamente el lenguaje utilizado fue en un tono y profundidad similar a lo criticado. El comentarista se encuentra suspendido por la emisora en la que presta sus servicios y no es difícil pensar que no volverá a trabajar en esta ciudad. En su defensa apeló al uso del sarcasmo, ignorante él que lo políticamente correcto y el pensamiento único no aceptan sutilezas.

En el caso de las señoras agresoras,  la defenestración pública ha sido mayor, en especial cuando se identificó que se trataba de  “celebridades” de quinta categoría para una prensa rosa y de espectáculos región 4. Además de un muy ofensivo linchamiento en redes sociales, paradójicamente en el mismo tono racista y clasista criticado, en los momentos de escribir estas líneas la cíber-horda se encuentra investigando sus vidas privadas y los detalles se están haciendo públicos con  el mismo tono agresivo.

Algunas reflexiones al respecto:

  • Lamentablemente estos incidentes han expuesto el lado negativo de las redes sociales, ya que han servido como amplificadores del lado oscuro de una sociedad.  Si bien ambos incidentes son indefendibles al igual que sus protagonistas, creo que el linchamiento ha sido excesivo y el anonimato que dan las redes sociales se ha utilizado de una forma cobarde e irresponsable.
  • Si alguien hablando en los medios de comunicación con alguna de sus ideas ofende mi sensibilidad, idiosincrasia o ideología mi alternativa es muy clara y sencilla: puedo elegir otro medio de comunicación y en ningún momento adquiero el derecho de agredir a quien expreso dichas ideas. Al final del día, aunque sus ideas sean incorrectas tiene derecho a expresarlas. En todo caso esta expresión esta regulada por su empleador quien puede aplicar las reglas de conducta pertinentes, como fue el caso que discutimos.
  • La parte que me parece preocupante es que justamente el linchamiento se produjo porque el comentario fue políticamente incorrecto y se hizo sobre un grupo con una percepción de ser políticamente inmaculado. Al atacar a un grupo, los ciclistas que son percibidos colectivamente como “buenos”, abrió las puertas para el lavado de conciencia grupal.
  • La experiencia empírica en las calles de la ciudad de México es que aunque sea impensable decir que se va a atropellar ciclistas, en la práctica es notoria la agresividad de los automovilistas hacia los primeros.  Es evidente que la práctica cotidiana contradice a lo publicado en las redes sociales, y dicho sea de paso también hay menos ciclistas que “twitteros”., por lo que no es difícil pensar que muchas personas que no tocan una bicicleta se subieron felices y voluntariosos al tren de lo políticamente correcto y se sintieron aludidos. No se necesita ser un agudo observador para ver que el fenómeno de atacar ciclistas con el auto se da por generación espontánea, sin necesidad de las arengas de merolico alguno.
  • En el caso de las señoras que insultan policías, si bien es condenable, por desgracia tampoco se trata de un hecho excepcional y eso ocurre cientos de veces en esta ciudad cada día. Ya se encargarán los sociólogos de explicar ese desprecio colectivo por la ley y la autoridad, pero el tema es que nuevamente lo publicado en las redes sociales no corresponde ni remotamente a lo practicado por la colectividad.
  • El fenómeno ya ha sido identificado en otras sociedades y el NY Times hizo una descripción de las lamentables consecuencias que puede alcanzar al describir varios casos en China. La nota es impresionante y la verdad se me enfría la sangre al ver un fenómeno similar en  mi propia casa.
  • Hay que reconocer que las redes sociales solo son medios y no hacen más que reflejar los valores, creencias y comportamientos de los seres que comunican. Sin embargo su ubicuidad , facilidad de uso y la rapidez de propagación de sus mensajes puede ayudar a extender las peores tendencias de las masas.
  • Hoy el linchamiento cibernético se hizo sobre dos hechos “fáciles de condenar”, sin embargo queda el antecedente que una masa amorfa y anónima puede atacar a todo aquellos que considere en contra de sus creencias, fobias  y mitos.  Mañana lo pueden volver a hacer, ya que es satisfactorio, barato y no tiene consecuencias.


¿Será esta presión suficiente para establecer cauces de facto a la libertad de expresión?  ¿Será necesario limitar el libre pensamiento para evitar la reacción de la chusma cibernética? Será que ahora diremos: ¿quién twitteó al comendador?

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