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martes, 6 de septiembre de 2011

No hay monopolio que resista una disrupción tecnológica

Publica el NY Times, durante el largo fin de semana correspondiente al Día del Trabajo en Estados Unidos una nota que por sus alcances me parece muy reveladora de las consecuencias que tienen las transformaciones tecnológicas en las organizaciones reacias a adoptar el cambio.

De acuerdo a lo publicado el Servicio Postal de los Estados Unidos se encuentra al borde de la insolvencia financiera por la continua disminución de sus ingresos y es inevitable una reorganización profunda y dolorosa especialmente para sus trabajadores. Sin duda es una cruel ironía hacer este anuncio en esta fecha.

¿Cuáles son las razones que hacen que un monopolio empiece a perder mercado y súbitamente entre en una espiral de descenso acelerado? Si pensamos en sus orígenes y a su manera, el servicio postal fue una tecnología disruptiva en su tiempo. La capacidad de trasladar bienes y mensajes de una forma confiable, a precios predecibles y tiempos predeterminados, entre regiones dispersas, la hizo fundamental para el desarrollo de la revolución industrial. Los diferentes servicios postales a nivel mundial se convirtieron en organizaciones rentables y estratégicas para los diferentes países y de hecho sin excepción se convirtieron en propiedad estatal.

Tan formidable era el valor otorgado por el Servicio Postal que inclusive durante un tiempo parecía inmune a las disrupciones tecnológicas. Vio nacer y desarrollarse al telégrafo y  a la telefonía fija sin mayores contratiempos, ya que al final solo parecían servicios complementarios.

Lamentablemente junto con los tiempos de bonanza llegaron los tiempos de ceguera organizacional. Por una parte se establecieron contratos muy rígidos con los sindicatos de trabajadores. En el caso particular de Estados Unidos se establecieron limitaciones de los servicios que se pueden prestar en una oficina de correos y en el desarrollo de su oferta al mercado no se enfocaron a las necesidades del cliente y por supuesto fueron usuarios tardíos de la mayoría de las nuevas tecnologías.

En el case particular de los Estados Unidos, pronto hubo emprendedores que encontraron oportunidades en  las limitaciones de la oferta del Servicio Postal. Los administradores y los líderes sindicales fueron testigos de las locuras de Federal Express y UPS: recolección y entrega en sitio las 24 horas, capacidad de rastreo de paquetes, tiempos de entrega de acuerdo a las necesidades del cliente, capacidad de prestar servicios a nivel internacional y tantas cosas que trae la libre competencia. Las vieron y se tardaron en reaccionar, preocupados en cuidar el contrato colectivo y otros asuntos trascendentes, confiados sin duda en estar protegidos por su naturaleza monopólica.

A diferencia de sus similares en otras latitudes jamás han intentado utilizar su presencia física en localidades dispersas para ofrecer servicios adicionales, como pueden ser los servicios financieros. Aunque en esto tiene mucho que ver la tendencia norteamericana de limitar el crecimiento de las empresas estatales y dejar el desarrollo en la mano invisible del mercado. Hoy en día, ya es algo tarde, dejaron pasar las oportunidades en su momento y la estructura de su regulación les impide actuar con agilidad.

Hoy el volumen de negocio manejado disminuye por la confluencia de varios factores: la virtual desaparición del arte epistolar entre particulares, ya que para eso existe el correo electrónico; la reducción del tráfico de catálogos para venta de productos, ya que hoy se pueden mandar al buzón electrónico del consumidor o mejor aún este puede realizar sus compras en el portal del vendedor; el auge de las facturas electrónicas. Paradójicamente los mejores clientes que le van a quedar al Servicio Postal de Estados Unidos son compañías innovadoras: Amazon y las cajitas rojas de Netflix.

Va a ser interesante la reacción del gobierno de Estados Unidos ante esta insolvencia, ya que definitivamente no puede prescindir de su Servicio Postal, pero los tiempos de vacas flacas que vivimos no dan muchos grados de libertad. Hay acciones que parecen inevitables tales como la reducción de la plantilla laboral y el número de oficinas físicas. Otras menos evidentes pueden ser la autorización para buscar ingresos por servicios complementarios.

La mayor ironía de publicar esta información el Día del Trabajo es que los primeros que se van a dar cuenta de esta insolvencia son los miembros del Sindicato: no hay fondos suficientes para hacer una aportación comprometida al fondo de retiro y salud por un monto de 5.5 billones de dólares en febrero de 2012.










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